15 may 2015

Acuerdos ideológicos, desacuerdos fácticos


(publicado en clarín, acá)

Durante muchos años, la discusión política en nuestro país fue ideológica y se dio entre grupos políticamente enfrentados. En los 60, por ejemplo, la Argentina se enfrentó a una grave ruptura entre campos rivales, que creciera al calor de la Revolución Cubana, Mayo del 68, y el activismo de grupos políticos y sindicales de izquierda. En los 70, dicha disputa estalló duramente dentro del ámbito de las Ciencias Sociales, alcanzando a cuestiones tales como la de la legitimidad o necesidad del uso de la violencia en política. En los años 90, se desató un fuerte debate (especialmente entre economistas) en torno al rol del Estado, su intervención en la economía, y el valor y sentido de las privatizaciones. Curiosamente, en la actualidad, y contra lo que ha sido la regla en todo el mundo (y también en nuestro país), hoy nos reúnen llamativos acuerdos ideológicos pero, a la vez, un inconcebible nivel de desacuerdos sobre cuestiones de hecho. Permítanme ilustrar ambos puntos.

En primer lugar, registramos hoy fuertes niveles de coincidencia ideológica –pese a las apariencias- sobre temas centrales. Por caso, tendemos a coincidir en el valor de la Asignación Universal por Hijo; o en la importancia del juicio a las juntas; o en la necesidad de la intervención del Estado en materia de regulación económica; o en la exigencia de contar con una justicia o una estructura de medios más democrática. Quiero decir, en los temas públicos más relevantes de la actualidad (y más allá de diferencias en detalles, no siempre relevantes), registramos notables niveles de acuerdo.

Sin embargo, y en segundo lugar, nos encontramos con que el acuerdo ideológico extendido se acompaña de un igualmente notable desacuerdo sobre los hechos. Por distintas, razones, tendemos a disentir sobre el modo en que leer una mayoría de hechos fundamentales. Por ejemplo, algunos se refieren a la década kirchnerista como la década de la “vuelta de la política” –el tiempo de la recuperación de la participación popular. Para muchos de nosotros, en cambio, ésta es la época en la que más se concentró el poder -y la verticalización del poder niega, simplemente, la idea de que el pueblo participa de modo decisivo en la resolución de sus propios asuntos. De modo similar, para algunos, ésta es la época de “los derechos ganados.” Para muchos de nosotros, en cambio, éste es un tiempo en donde se han arrasado derechos de todo tipo (piénsese, por caso, en la persecución de pueblos originarios; el desplazamiento de poblaciones en nombre de los agronegocios o los negocios mineros; o los niveles alarmantes de desnutrición infantil existentes en el Norte del país). Del mismo modo, para algunos, ésta es la época de la “recuperación del Estado;” mientras que para muchos otros es el momento en que se terminó de colonizar al Estado para favorecer cierto tipo de negocios -sobre todo, en materia de minería, petróleo o comunicaciones). Disentimos también sobre los hechos cuando hablamos de la deuda pública (¿se trata de “la época del desendeudamiento,” o de la etapa en que se expandió la deuda pública?); o sobre la marcha de la economía (¿empleo recuperado, precios cuidados y más igualdad, o desempleo creciente, inflación y desigualdad como en los 90?). En definitiva: disentimos radicalmente en torno a los hechos más básicos de la vida pública.

Lamentablemente, el desacuerdo citado se expande hasta llegar al corazón mismo –al núcleo duro- de la investigación y los estudios científicos en el país: el desacuerdo sobre los hechos alcanza y divide a académicos dedicados puramente a la investigación, a miembros del CONICET, a los más selectos integrantes de la comunidad científica nacional, dedicados a pensar cotidianamente sobre el derecho, la política o la economía. La pregunta que aparece  entonces es la siguiente: Qué explica este llamativo acuerdo ideológico general, que se acompaña de este extraordinario nivel de desacuerdo sobre los hechos? Las respuestas posibles son muchas (estadísticas destruidas; una prensa partidizada; una justicia muy cooptada por el poder; la utilización de la TV pública como TV partidaria; el empleo de las pautas publicitarias oficiales con fines directamente violatorios de la ley; la abierta utilización de los servicios de inteligencia para la compra de periodistas y jueces; el uso desvergonzado del dinero oficial con fines de propaganda; etc.). En todo caso, lo cierto es que la persistencia de tales injustificados desacuerdos, socavan las mismas bases de nuestra vida en común, alimentando tan cotidianos como innecesarios enfrentamientos.


9 comentarios:

Santiago dijo...

Una pregunta con la mayor buena fe Roberto. No entiendo la vinculación entre la manera defectuosa de pensar la década por parte de ciertos investigadores del CONICET y "...estadísticas destruidas; una prensa partidizada; una justicia muy cooptada por el poder; la utilización de la TV pública como TV partidaria; el empleo de las pautas publicitarias oficiales con fines directamente violatorios de la ley; la abierta utilización de los servicios de inteligencia para la compra de periodistas y jueces; el uso desvergonzado del dinero oficial con fines de propaganda; etc.".
No termino de comprender el vínculo causal entre una cosa y la otra.
Santiago

rg dijo...

la vinculación es que, aún con profesionales que han estudiado, que conocen de estadísticas, y demás, no podemos acordar sobre el contenido de los hechos: creció la desigualdad? tenemos más derechos o menos? recuperamos o colonizaron el estado? hay tanta pobreza como en los 90?

Anónimo dijo...

Robert Aumann demostró que dos personas perfectamente racionales no pueden acordar estar en desacuerdo con los hechos si parten de unas mismas probabilidades a priori bayesianas. Pero las personas no son bayesianas, y tampoco suscriben unas mismas probabilidades a priori, con lo cual el desacuerdo sobre los hechos es inevitable en el mundo real. Como mucho podemos reducir el margen del mismo.

Anónimo dijo...

anónimo 12:40 pero lo que dice rg es para pensarlo, tenemos acuerdos ideológicos. Punto. Lo demás son modelaciones matemáticas que hay que justificar en cada caso preciso en que se aplican -o se pretenden aplicar- el dialogo de intelectuales no puede reducirse a -al absurdo- de citar autores donde uno dice
- Duff - y de otro lado te retrucan
- Dworkin! - y alguien cierra con un
- Robert Auffman, he dicho.

Chau

andresvas dijo...

Me parece que por ahí el tema es que no hay tanta coincidencia ideológica como parece, salvo a un nivel muy general que siempre va a volar por aire cuando baje a los conflictos concretos (como ejemplo de la nada generalista podés ver cualquier manifiesto del Club Político Argentino).
La propia selección de motivos que vos hacés como intento de explicar las diferencias seguro que no será compartida por los que piensan que no sólo hay que vigilar al estado, su pauta publicitaria, su tv, etc., sino que hay que regular cualquier mercado oligo u monopólico mirado como un todo, dentro de lo cual el de los medios es uno más. Por supuesto que esa regulación debería ser hecha con instituciones adecuadas y transparentes, y no con un mandón hablando en cadena etc. etc., pero si te parece más prioritario vigilar al estado que a Coca Cola, es una diferencia de fondo, no instrumental.
Por otra parte creo también que hay una manera bastante
boba de discutir en Argentina que no es nueva, no inventamos algo nuevo todos los días, sino endémica, y que consiste en pensar que defender una posición significa no reconocer ninguna debilidad en el argumento propio ni ninguna fortaleza en la posición que se critica.
Por ejemplo un gobierno puede ser corrupto, destruir la Justicia, arruinar al Consejo de la Magistratura, y mejorar la distribución del ingreso o pagar el costo político de sacar leyes como matrimonio homosexual que otros gobiernos ni se animarían a discutir, es así de contradictorio y no por eso uno debe dejar de criticar o apoyar según quél parezca prioritario a partir d su idología .
Caricaturizar y no ver contradicciones en las posiciones propias y ajenas es una parte muy relevante y endémica para mí de nuestro atraso político.
Creo que la unidad que vos ves se da sólo en momentos en que gobierna la derecha (Menem, militares,etc.), lo que genera que todos con sus propias contradicciones estén en la oposición, cuando una fracción está directa o indirectamente en el poder (ahora,con Alfonsín,con Illia)aparecen todas esas diferencias.

Anónimo dijo...

No quise decir que los acuerdos fácticos no son posibles. Que las torres gemelas fueron derribadas es un acuerdo fáctico universal, por ejemplo. Pero esto no sucede con los hechos sometidos a probabilidad o incertidumbre, como sucede con las frecuencias estadísticas, o las evaluaciones o predicciones sobre las consecuencias de determinadas políticas, que es lo que importa. Por supuesto que podemos acercarnos al consenso, tanto como sea posible. Sólo quise decir que pensar en llegar a un acuerdo unánime sobre este tipo de hechos estocásticos es casi una quimera en el mundo real, pero por supuesto eso no justifica para nada (faltaba más) el falseamiento de las estadísticas públicas ni la comunicación tendenciosa en la tv.

Anónimo dijo...

Hola anónimo. Me llama mucho la atención esa conclusión que citás, me encantaría que dieras alguna pista de la teoría. Atisbo que lo que decís sale de algún modelo matemático que se aplicó a algún caso particular. Pero no es generalizable del modo que hacés, o que hace el autor si lo hace.
Y hay cientos sino miles de experiencias demostradas de lo contrario: toda la teoría del consenso y la conformidad social va por ahí (toda la sociología te diría).
Te tiro un experimento de tantos:
Se muestra a un grupo de personas un video con la trayectoria errática de una partícula. Se les pregunta de manera individual, -en un fase dela experiencia- a cada uno la trayectoria de la misma "en que direccion se mueve" esto sin darles la posibilidad de comunicarse acerca del asunto.
En otra fase del experimento se les pregunta lo mismo luego de dar al grupo la oportunidad de comunicarse acerca de lo percibido.
Aclaro: la trayectoria de la particula es totalmente aleatoria y sin rumbo (ahi tenés un evento aleatorio e incierto).
La respuesta individual, sin chances de comunicarse era distinta para todos los casos. Todos respondieron se mueve para tal lado. (x,y cualquiera). Distinta direccion en todos los casos.
Cuando se dio al grupo la oportunidad de comunicarse entre sí acerca de cual era el rumbo del punto, todos coincidieron la direccion en la que la partícula se movía.
Eso está demostrado experimentalmente y se repitió al derecho y al revés en distintas variantes y modificaciones.

Anónimo dijo...

Creo que hace a esto lo de http://www.perfil.com/columnistas/Memoria-selectiva-20150426-0020.html

Anónimo dijo...

Creo que hace a esto lo de http://www.perfil.com/columnistas/Memoria-selectiva-20150426-0020.html